Subida al cielo (México, 1951, 74 minutos, B&N), dirigida por Luis Buñuel. **** de cinco.
Reparto: Lilia Prado, Carmelita González, Esteban Márquez, Luis Aceves Castañeda.
La aldea de San Jeronimito no tiene ninguna iglesia (una película de Luis Buñuel sin ni un solo sacerdote–¡imagínatelo!). Se nos relata la costumbre de los novios de irse mediante una barquita a una isla a una milla de la costa y después de pasar la noche ahí juntos se consideran casados por todos. La gente del pueblo les despide a Oliverio y Albina los que se alejan de la orilla en camino a la isla pero su trayectoria a la isla se irrumpe por la lancha de un hermano de Oliverio: su madre está al punto de morirse y le urge verlo. Hablando solo con Oliverio su madre le dice que quiere que su nieto Chunguito hereda lo que tiene pero los dos hermanos de Oliverio están tramando de llevarse la casa (Chunguito es el hijo de la hermana de Oliverio y murió en el parto del niño). Oliverio se resuelve a ir al pueblo Petatlán para traer a San Jeronimito al abogado familiar para gestionar el asunto del testamento. Dejará atrás a Albina para cuidar de su madre y el niño.
Sin avisarles a sus hermanos Oliverio sube al bus rumbo a Petatlán y la mayoría del largo de la película se ocupa del viaje por las montañas. Conocemos a los pasajeros: el conductor jovial, una chica bonita y tentadora de la aldea, Raquel, que le echa miraditas a Oliverio, un candidato de diputado, una madre de familia, una mujer embarazada (la que quiere acudir a Petatlán a parir para evitar el destino de la madre de Chunguito), un español vendedor de gallos, etc.
A pesar de la prisa que apresura a Oliverio el viaje anda atrasado a causa de topar con un obstáculo tras otro mientras se complican las relaciones entre los pasajeros, particularmente las de Oliverio y Raquel (recuérdate que la pareja de Oliverio y Albina nunca pasaron la noche debida en la isla, ¿están casados o no?).
El surrealismo por lo cual se conoce Luis Buñuel se luce en un sueño de Oliverio. Raquel, sentada al otro lado del pasillo central del bus de Oliverio, le ofrece la cáscara pelada de una manzana. Oliverio la rehúsa pero acepta un mordisco de la manzana misma. Se duerme y sueña con Raquel, Albina y su madre. Las dos chicas se entreveran y hay cáscaras de manzana por todas partes.
Encima del surrealismo se destacan la ironía y el cinismo. Hay demuestras en todos lados. El candidato de diputado se encuentra con su contrincante en plena calle de Petatlán y son tan igualitos que puedan ser gemelos idénticos. Al fin y al cabo hasta el sincero e ingenuo Oliverio se demuestra falso y tan mañoso como sus hermanos.
Alfred Hitchcock tenía la fama de planear meticulosamente cada escena de antemano. Luis Buñuel tenía la reputación contraria, la de entregarse a la espontaneidad (lo que frustraba al cinematógrafo de muchos de sus largometrajes, Gabriel Figueroa). El hábito de proseguir sin el plan fijo le servía bien en este caso. Se nota en la materia extra del DVD que la producción sufrió de una falta grave de presupuesto y de una huelga sindical, los que le causaron a LB eliminar unas escenas que tenía previstas. No obstante el resultado el simpático. La escasez de presupuesto se manifiesta en el modelito irrisorio del bus—no más que un juguete—que vemos subiendo un desfiladero montañoso postizo bajo un aguacero falso.
Los personajes de Buñuel—iguales a los de Hitchcock—son títeres al servicio de los propósitos del director. Raquel por ejemplo no es una persona en todos sus aspectos sino un demonio femenino mandado a corromper a Oliverio. Después de haber conseguido su fin, lo despide con frialdad, «Ya tuve lo que quería.» ¿Te lo dije que es una comedia? Sí, lo es pero lo cómico disfraza un cinismo profundo acerca de la naturaleza humana. O sea, precisamente lo que esperamos de Buñuel, ¿no?
Con subtítulos en inglés y español que se puede apagar.