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Llovizna

julio 28, 2007

Llovizna (México, 1977, 81 minutos). Dirigida por Sergio Olhovich. *** ½ de cinco.

Reparto: Aarón Hernán, Salvador Sánchez, Silvia Mariscal, Delia Casanova, Martín Palomares, Amado Zumaya.

Eduardo es un hombre cuarentón. Está casado con una hija y tiene además una amante joven. Tiene el trabajo de cobrador. Es un hombre común (igual a su amante, una chica vulgar y corriente, poca simpática), hostigado por sus jefes y su amante.

Lo conocemos en un cuarto de hotel. Su jefe lo he mandado ir de viaje para cobrar una cantidad de 100,000 pesos en efectivo. Se aprovechó de la oportunidad de hacer que le acompañara su amante Luisa. Logra cobrar la cantidad pero luego él y Luisa se riñen. Ella, enfadada, se decide volver al D. F. por avión. Por eso Eduardo tiene que ir solo en su furgoneta de vuelta a la ciudad, un viaje de toda la noche.

Conocemos después a una familia de indios campesinos en el velorio y el entierro de una chica de muy pocos años. Luego del entierro el padre de la chica y sus tres hijos adultos se encaminan rumbo a México adonde trabajen como albañiles. No tienen carro y andan al lado de la carretera pidiéndoles a los conductores que los lleven.

Eduardo anda en su furgoneta con el maletín cargado de dinero debajo del asiento y con una pistola en el guantero. Se desvía del cauce para evitar un obstáculo y la furgoneta se atasca en un lodazal. Los indios se presentan y le ofrecen sacar la furgoneta en cambio que los lleve a la ciudad. Empieza a llover. Eduardo acepta la propuesta.

Los indios se hablan entre sí en su idioma indígena y uno lleva un machete. El indio padre de la muchacha muerte está muy borracho y habla solo, algo alterado. Eduardo se pone receloso. Al pedido de los indios, detiene la furgoneta para que puedan orinar al lado de la carretera. Eduardo se vale de la oportunidad para remover los fajos de billetes del maletín y meterlos en los bolsillos de su saco. Sin embargo se da cuenta que uno de los indios ha visto la operación y al ponerse en camino de nuevo los indios se hablan animadamente.

Anteriormente, antes de la bronca entre Eduardo y su amante Luisa, gozaron de una exhibición de la danza india en la plaza de la ciudad a la que habían acudido para efectuar la cobranza. Aparentemente estar a solas en la carretera con un manojo de indios de noche es otra cosa.

El compás de los limpiaparabrisas sigue igual que la lluvia. Eduardo se adormece y mientras las pesadillas se entreveran con la realidad se desarrolla una tensión auténtica.

La tensión se aumenta por el ambiente que se va estableciendo a todo lo largo de la película mediante noticias y habladurías de asesinatos, atracos, huelgas y oficiales corruptos. Las gentes no conocidas no son de confiarse. En un poblado en la ruta Eduardo se detiene a pedir ayuda del cuerpo policial pero resulta peor aun que la incertidumbre que le acosa encerrado en la furgoneta con los indios.

La cosa sigue en el surco inexorable hacia su trayectoria desdichada e irónica. Bien hecho.

VHS sin subtítulos.