La vendedora de rosas

julio 16, 2008

La vendedora de rosas (Colombia, 1998, 117 minutos), dirigida por Víctor Gaviria. **** de cinco.

Reparto: Lady Tarares, Marta Correa, Mileider Gil.

La Navidad entre los chicos de la calle de Medellín. En esta historia montada con actores no profesionales, la protagonista Mónica y unas amigas venden rosas en el centro por la noche para sacarse un dinerito mezquino. Andan rodeadas por unos muchachos que pasan por todas partes en bicicletas. Viven juntas en una pensión escuálida y se protegen una a la otra tal como puedan de los peligros del ambiente (aun mientras se riñen entre sí). Se componen una especie de familia.

Muchos, incluso Mónica, huelen frasquitos de pegamento para intoxicarse, si no algo más fuerte.

Mónica, una muchacha apenas adolescente, es un personaje verdaderamente simpática: inocente sin ser ingenua. Además de la lucha de siempre de sobrevivir en la calle, anda ocupada de encontrar algún abalorio para regalar a su noviecito (de quince días), un chico encantador en su manera pero infiel, y con las añoranzas—y alucinaciones–de la vida con su abuela ya muerta.

Inaugurado por Los olvidados de Luís Buñuel, el drama de la calle, tal como esto, es una clase de película muy característica del cine latinoamericano. Me refiero a una especie de película poblada de pobres, desamparados, delincuentes, narcos, prostitutas, drogadictos y pordioseros. Los protagonistas típicamente son jóvenes y la película se ocupa con las alegrías y tragedias de la vida callejera. Muchas películas de esta clase fallan por ser excesivamente episódicas, una serie de acontecimientos sin gran trayectoria. Al otro lado, si el argumento tiene un rumbo claro, nos parece un orden impuesto artificialmente sobre la vida caótica de la calle, despojándola de la naturalidad, que es la mayor virtud del género.

Aprecio La vendedora de rosas por navegar con destreza entre los dos extremos de modo que los personajes siguen sus caminos aparentemente con espontaneidad mientras que los acontecimientos llevan a la chica Mónica hasta un fin impactante y a la vez natural (aunque sea algo previsible) y presentado sin sentimentalismo.

Con subtítulos fijos (sin los subtítulos ni pudiera haber entendido yo la décima parte del argot callejero de los chicos).

Morbo

julio 9, 2008

Morbo (España, 1972, 87 minutos). Dirigida por Gonzalo Suárez. ***1/2 de cinco.

Reparto: Ana Belén, Víctor Manuel, Michael Pollard.

Conocemos a la pareja recién casada de Diego y Alicia mientras sale de la iglesia y sube al auto para iniciar su viaje de novios. Llevan detrás del auto una caravana para pasarlo en el campo lejos de todo el mundo. Se detienen en una gasolinera y Alicia baja de auto para quitarse el vestido de novia, revelando que lleva debajo no más un bikini. Los dos se besan y se consagran a ser fiel a su naturaleza sexual (Diego está divorciado y desprecia a su mujer anterior como una reprimida superficial).

Llegan a un claro en el campo (sin hacer caso del aviso que se prohíbe el paso). Al primer golpe de vista son un par de groseros ingratos: dejan su botella de champagne y las latas de comida al lado de la carretera y luego se burlan de los regalos de los invitados de la boda y los dejan esparcidos en el suelo, juntos con el papel en que se envolvían en el claro al lado de la caravana.

Desde su llegada al campo hay un sentido de amenaza (vale, sabemos de antemano que clase de película tenemos entre manos—si no hay amenaza, no hay película). El movimiento y la perspectiva de la cámara nos sugieren que hay alguien rondando, espiándolos.

Hay la amenaza ajena (no se te pierde nada por la revelación, nos enteramos de ella en los primeros momentos de la película) y hay además una falta de confianza entre la pareja que va creciéndose. El conflicto entre la pareja y las sospechas de ser vigilados se complican con la repugnancia de Alicia ante la naturaleza de verdad (la que se subsume bajo la sola palabra dicho una y otra vez con horror, ¡bichos!–); una repugnancia irónica dado el compromiso anterior que la vida matrimonial debe de ser fiel a la naturaleza sexual.

Lamentablemente, el desenlace hace literal la amenaza de los habitantes de la zona, disminuyendo la tensión, la paranoia y la incertidumbre hasta entonces sostenidas con destreza.

Lo curioso es que tienen la capacidad de subir al auto e irse en cualquier momento pero no lo hacen. Ni modo, a pesar del paso en falso del desenlace, la película sostiene la tensión a todo su largo y además nos deja con un sentido de desasosiego.

Sin subtítulos.

Pachito Rex

junio 30, 2008

Pachito Rex (México, 2001, 87 minutos). Dirigida por Fabián Hofman. *** ½ de cinco.

Reparto: Damián Alcázar, Ernesto Gómez Cruz, Jorge Zárate, Ana Ofelia Murguía, Lisa Owen, Fernando Torre Lapham.

Esta película no se revela del todo al primer paso. Se nos presentan personajes y esperamos en balde que reaparezcan. Luego nos damos cuenta—al menos no me di cuenta hasta después—que se trata de tres historias distintas vinculadas por la relación que tienen con el personaje titular, Pachito.

Nos enteramos en los primeros minutos de la película que Pachito es un cantante popular que ya se ofrece como candidato por la presidencia de una republica no nombrada (si Arnold Schwarzenegger puede llegar a ser gobernador de California, ¿por qué no?). Lo conocemos en un mitin político ante sus partidarios/aficionados. Al salir del salón entre sus colaboradores hay un atentado contra su vida grabada con cámaras móviles como el rodaje espontáneo de la prensa.

Cada una de las tres historias pone en duda algún detalle del atentado tal como se ve en la apertura de la película de modo que las historias no necesariamente se cuadren una con las otras. Aunque el atentado forma el eje en torno de que se giran las historias el cantante-candidato Pachito no protagoniza ninguna. Cada historia tiene su elenco y su trayectoria no obstante la sombra del Pachito domina la función. Lo importante, sin embargo,–lo bueno—es que la película no es un ejercicio técnico en el que se desarrollan los resultados divergentes de las tres versiones del atentado. Sí, tiene un estilo visual algo preciosista y toda la cosa demuestra la influencia de los hermanos Coen; sin embargo los tres historias tienen su cimiento en conflictos de carácter—y por eso la aprecio. Goza de la actuación de dos de los maestros del cine mexicano, Ernesto Gómez Cruz y Damián Alcázar. Asimismo Jorge Zárate desempeña el papel de Pachito con entusiamsmo.

La película merece ser mejor conocida.

Sin subtítulos.

Los hijos de Fierro

enero 4, 2008

Los hijos de Fierro (Argentina, 1972, 134 minutos, B&N). Dirigida por Fernando Solanas. *** ½ de cinco.

Reparto: Julio, Troxler, Martiniano Martínez, Tito Almejeiras, Juan Carlos Gené, Arturo Maly.

Un film—una fábula—sobre el movimiento sindicalista de Argentina en los principios de los setenta que se aprovecha de los personajes de Martín Fierro y sus hijos (juntos con Picardía, hijo del sargento Cruz, compañero de Fierro), los que se emplean en el rollo de figuras arquetípicas (o sea, hay un hijo mayor, un hijo menor y un Picardía en cada fábrica). Martín Fierro mismo es una figura elusiva que anda un forajido por las afueras enviándoles a los hijos comunicados y partes, el autor intelectual—el profeta—del movimiento: se ve de espaldas o de lejos andando a caballo por los llanos nebulosos.

Fierro les encarga a los hijos cada uno de una tarea, de una bandera les dice: el hijo mayor—él que quiere montar milicias—la independencia; el hijo menor—él que quiere alzar los barrios—la soberanía; y Picardía—él que quiere movilizar las fábricas—la justicia. Les dice que el movimiento ha sido traicionado y les enfrenta una larga marcha hacia la reconquista del poder, a que hora hará su retorno.

Se filmó sin colores en el ambiente grisáceo, lluvioso, de un sol ahumado de la ciudad Santiago, un mundo de fábricas, ferrocarriles, cafés llenos de humo y edificios públicos. Apenas haya un vistazo del hogar familiar. Ante este escenario se desarrolla la parte principal de la película, la que trata de la lucha gremial, tanto de la política interna del movimiento como de las represalias de los dueños y las fuerzas del gobierno. Los principales están—uno o el otro—despedidos del trabajo, puestos en listas negras, encarcelados y hasta torturados. No obstante, a fin de cuentas, triunfan.

Dado que no hay argumento tradicional no me siento culpable de revelar el fin: el movimiento vence y Martín Fierro hace su retorno triunfal a caballo entre el alborozo de los obreros y sus familiares festejando la victoria. Su llegada está acompañada sorpresivamente—al menos a mí me sorprendió—por fotos de Perón. ¡Caramba! ¡Fierro es Perón! Puesto que la película se hizo en el período del exilio de Perón quizás no haya de que sorprenderse en una alegoría de su retorno (me sorprende menos la identificación de Perón con el héroe Fierro que el afán con que se anhela su retorno—el de Perón, quiero decir—sin duda carezco de entendimiento del fenómeno de Perón).

De todos modos, la película fue hecha con arte y a pesar de su duración y su carácter de propaganda, resulta más efectiva que la epopeya de cuatro horas del mismo director, La hora de los hornos (en la que también se añora la época de Perón)–y más fácil que soportar.

Sin subtítulos.

Hijo de hombre

diciembre 5, 2007

Hijo de hombre (Chóferes del Chaco), (Argentina, 1961, 98 minutos, B&N), dirigida por Lucas Demare.  **** de cinco.

Reparto: Francisco Rabal, Olga Zubarry, Lucas Demare.

La película tiene lugar en la guerra entre Paraguay y Bolivia en los principios del siglo veinte en la que los dos países se disputaron el desierto Chaco impulsados por intereses de petróleo.  Una tropa de paraguayos de la vanguardia se encuentra aislada sin agua detrás de la línea boliviana.  El comandante les manda a tres hombres a llevar el mensaje al mando paraguayo de la necesidad desesperada de agua.  Un hombre solo llega al puesto del mando.

La gran parte de la película se trata del viaje de la caravana encargada de llevar agua a la tropa aislada compuesta de tres camiones raquíticos con tanques para llevar agua y un carrito médico.  Tiene que recorrer el terreno pedregoso del desierto bajo los bombardeos de las avionetas bolivianas, y atravesar las líneas propias (los soldados de las que anhelan ferozmente al agua a pesar que está destinada a sus compañeros en peores condiciones) y las del enemigo.

Desde luego se sugiere la película francesa de 1953 El salario del miedo, la tiene lugar en el Perú (aunque se filmó en Francia) y que se trata de media docena de infelices contratados por una compañía de petróleo a manejar tres camiones de nitroglicerina (para extinguir un incendio en un pozo de petróleo en el interior).  Es la historia de sus aventuras y percances, claro, sin embargo en su fondo es un retrato de los personajes, sus fuerzas y sus debilidades, su persistencia o su cobardía ante el peligro y las penas de la tarea.

En la película presente efectivamente no hay conflictos de carácter entre los principales.  Están aferrados a su propósito cueste lo que cueste.  Hay unos personajes el carácter y los antecedentes de los que se desarrollan (sobre todo los de una chica que trabaja en el hospital militar para redimirse la vida anterior de prostituta y que se mete a escondidas entre la banda para estar cerca al hombre a quien quiere) no obstante el tema es el de la perversidad y la futilidad de la guerra (tienen que protegerse y proteger su carga de agua contra los miembros de su propio ejército tanto como de los del enemigo).  

Hay unas escenas muy fuertes, ninguna más que la conclusión en la que el último camión llega al campamento ya lleno de muertos, con las ruedas en llamas (repusieron las llantas rotas con tiras de espartilla), el conductor en las puertas de la muerte, con las manos heridas atadas con alambre una al volante y la otra al cambio.

VHS sin subtítulos.

La sombra del caminante

octubre 25, 2007

La sombra del caminante (Colombia, 2002, 89 minutos, B&N). Escrita y dirigida por Ciro Guerra. **** de cinco.

Reparto: César Badillo, Ignacio Prieto, Lowin Allende.

La historia de dos hombres que se conocen en las calles de Bogotá: Mañe, un hombre cojo que anda con pierna prostética en busca de trabajo, y un hombre no nombrado que anda por las calles con una silla amarrada a su espalda para ganarse la vida llevando a cuestas transeúntes a alquilar. A causa de unos percances se ayudan uno al otro. ¿Una historia sentimental de amistad? De ninguna manera.

Los espectros de la violencia ensombrecen las vidas de los dos hombres (entre muchos). La película no se mete en la política sino se ocupa de las vidas lisiadas, del peso de la culpabilidad y sobre todo de la memoria.

A través del personaje del hombre de la silla se invoca la mitología del superhéroe—pero un superhéroe mezquino, risible y irónico. Lleva unas gafas redondas y oscuras sujetadas a la cabeza con una cinta ancho con el efecto de medio ocultar sus facciones efectivamente guardando secreto su identidad. Tiene otros secretos: un maletín que el hombre protege celosamente, una planta en maceta, las hojas de la que el hombre usa para preparar un té con efectos curiosos, y su pasado es un misterio que va revelándose a lo largo de la película. Tal como cualquier superhéroe, tiene además su debilidad: una sensibilidad a la luz del sol casi enfermiza (por eso las gafas y un paraguas medio roto que le sirve de parasol mientras desempeña su oficio en la calle).

Con subtítulos en inglés que se puede quitar.

Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de como quedó trunco, comenzó la tristeza…y unas pocas cosas más

septiembre 2, 2007

Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de como quedó trunco, comenzó la tristeza…y unas pocas cosas más. (Argentina, 1965, 60 minutos, B&N). Dirigida por Leonardo Favio. *** de cinco.

Reparto: Federico Luppi, Elsa Daniel, María Vaner, Edgardo Suarez.

El romance…es una película que se esfuerza en hacerse sencilla. Se hizo sin colores y con muy escasos diálogos. El estilo me sugiere mucho el del cine mudo.

El argumento es igual de sencillo. Tiene lugar en un pueblo del estado Mendoza. El Aniceto—la película tiene la fetiche de referirles a los personajes con el artículo definitivo, tanto como la de El dependiente que la sigue en que los personajes les llaman siempre con los títulos señor, señorita, señora o don (pero en la película presente se limita a la presentación del elenco al comienzo; los personajes mismos no se llaman así)—el Aniceto conoce a la Francisca. Son personajes sin antecedentes y sin familia. El Aniceto es gallinero que vive con su gallo en una casita humilde. La Francisca es una chica sumisa y trabajadora (trabaja de criada). Se conocen y se amanceban en la casita del Aniceto. La Francisca quiere al Aniceto con una lealtad perruna: lo cura después de que consigue una puñalada en una disputa callejera, lo espera mientras está encarcelado (y le cuida el gallo).

Con tiempo el Aniceto ya suelto de la cárcel se fija en otra mujer, la Lucía, una mujer maquillada que trabaja en salones de baile. Se hace el contraste entre la mujer sencilla y no exigente, la Francisca y la tentadora y cara, la Lucía. El conflicto se pone agudo cuando las dos mujeres se topan con sus cántaros ante la fuente y la Francisca se fija en el anillo que se luce en la mano de la Lucía, el que había visto el día anterior en la posesión del Aniceto. Las dos se enfrentan como un par de gallos en el reñidero.

Más no quiero decir no obstante la trayectoria de la historia se sabe de antemano por el título, al menos en sus grandes rasgos.

Los 60 minutos de su largo pasan lentamente por la falta de acción. En gran parte la película se compone de una serie de imágenes por medio de las que se nos iluminan las relaciones, pero rara vez que pasa algo más que el intercambio de miradas. Sin duda el director (quien colaboró con su hermano en escribir el guión) tiene el propósito de las etapas de la relación utilizando no más que los elementos más básicos, sin adornos. Bueno, se aprovecha de un símbolo en la forma del gallo campeón mimado por el Aniceto. A través del gallo—al que cuida la Francisca cuando el Aniceto está en la cárcel y al que el Aniceto se ve obligado a vender para conseguir dinero para la persecución de la Lucía—se nos da a entender que hay decisiones que no se retraen, caminos que no se retrocedan, pérdidas que no se recobren.

VHS sin subtítulos.

El dependiente

agosto 12, 2007

El dependiente (Argentina, 1967, 82 minutos, B&N). Dirigida por Leonardo Favio. *** ½ de cinco.

Reparto: Walter Vidarte, Graciela Borges, Fernando Iglesias, Nora Cullen.

Fernández—nunca se nos da a conocer su nombre—llega a trabajar en la Ferretería Vila. Es reservado, trabajador, cuidadoso con los centavos de Don Vila. Se nota por el narrador—porque la historia se relata a través de narración—que Don Vila ve en Fernández el hombre que era de joven y Fernández ve en Don Vila su futuro. Fernández es un personaje sin familia y antecedentes. Ya hace un rato no precisado que Fernández sigue en la vida estrecha de la ferretería. Vive ahí con el viejo Don Vila y el señor dueño le ha prometido que heredará la tienda a su muerte. Por eso Fernández acecha a los cambios de la salud del viejo anhelosamente (se implica que la relación entre los dos no es muy calurosa).

Después del cerrado de la tienda Fernández utiliza el camión raquítico de Don Vila para repartir los pedidos del día, si hay. En uno de estos recorridos se fija en una mujer joven parada ante la puerta de un edificio destartalado que sirve de alguna especie de centro espiritualista (aunque de fuera no tiene pinta de iglesia). La ve parada ahí en el mismo sitio varios días consecutivos y le arrebata el interés. Se resuelve a conocerla.

Una tarde, al saber que no hay ningún pedido de repartir, se ausenta de la cena humilde en la trastienda con Don Vila con la excusa que le hace falta aire y va caminando al lugar. Se presenta a la puerta de la señorita, la que lo reconoce del camión y lo conduce apresuradamente dentro de la casa como si tuviera miedo de que se viera en la puerta. La señorita Placini—ella tampoco tiene nombre—vive al lado del centro espiritualista con su madre que cuida el centro (el señor Placini está muerto). La señorita es reservada, con una mirada coqueta y huidiza a la vez. El señor Fernández y la señorita Placini se sientan en sillas, enfrentándose uno al otro a una distancia y pasan un rato incómodo procurando conversar con resultados torpes y vacilantes a medida que la madre de la señorita Placini entra y sale del salón más oscuro que alumbrado hablando por los codos.

Fernández sigue pasando de noche por la casa de las Placini para pasar un rato sentado tieso ante la señorita, efectivamente entrado en un noviazgo.

Si la tienda de Don Vila es opresiva en su banalidad, la casa de las Placini es un manicomio crepuscular. Las Placini tienen escondido en la casa el hermano de la señorita, un fenómeno albino y subnormal. Hasta el gato que anda suelto en la casa tiene algo salvaje. La rareza está aumentada por la presencia del centro espiritualista al lado. Una noche Fernandez entra la puerta equivocada sin querer y presenciamos unos segundos del espectáculo de un par de mujeres sacudiéndose los cabellos como poseídas mientras los fieles baten las palmas rítmicamente. No más se vislumbra.

Creo que no echo a perder nada en decir que con tiempo el viejo se muere y los jóvenes se casan.

Aunque la historia es sombría y pesimista no es un discurso universal respecto al carácter de la vida. Fernández es un hombre desdichado pero no todos son así de infeliz. Tiene alma de dependiente y sus aspiraciones no sirven para más que hacerle el hazmerreír del destino.

Si hay un tema universal por encontrarse tal vez es el de que nunca se sabe que clase de vida pasen los habitantes de una casa tras puertas cerradas, ni cuales son las locuras o los rencores que se guarden fuera de la luz de la calle.

La película fue filmada sin colores y con un estilo austero, tenebroso, casi primitivo. La cámara del director Leonardo Favio casi siempre está fija para hacer más efectivos las dos o tres ocasiones que se mueve. La técnica de contar la historia mediante narración es una torpeza; mejor comunicar lo necesario con medios más cinemáticas. El efecto más logrado es el ambiente opresivo de enajenación, de un mundo simpático que queda siempre fuera del alcance.

La película en su totalidad es un intento sincero de producir una obra de arte de verdad sin embargo el resultado algo forzado. Tiene un fin irónico y no sutil que me cae artificial. A fin de cuentas es una película difícil de juzgar: admiro el intento pero no es tan buena como se pretenda.

Digno de verse.

VHS sin subtítulos.

Damiana y los hombres

agosto 7, 2007

Damiana y los hombres (México, 1967, 104 minutos). Dirigida por Julio Bracho. ** 1/2 de cinco.

Reparto: Mercedes Carreño, Jaime Fernández, Roberto Cañedo, Andrés Soler.

Este vehículo para la estrellita Mercedes Carreño es efectivamente María Candelaria rehecha al estilo de los sesenta.

Damiana es una vendedora de flores en Xochilmilco—“más popular que la cerveza” entre los muchachos—pero no tiene ojos para nadie más que su Ramón, un humilde pintor de flores (de lo peor–como pintor, quiero decir). Un fotógrafo de México la descubre y se la lleva al D.F. para hacerle modelo, donde la chica del campo está en peligro de perderse la virtud y la sencillez.

¡Qué cosa! Tiene el propósito que nos enamoremos de Damiana—bueno—y a este fin dispara con todos los cañones una sarta de banalidades desde el principio hasta el fin. Tiene menos pretensiones que la María Candelaria del Emilio Fernandez, la convierte en épico burlesco o, mejor dicho, tragedia burlesca—y gocé yo de cada minutico por lo descabellado que fue. Es basura risible—pero la risa vale o ¿no?

Más vale no citar al director Julio Bracho—uno de las luces de la época dorada ya en el crepúsculo de su carrera pero la Meche Carreño es simpática y no puedo fallar de gozar por completo de una película que se protagoniza por Andrés Soler, el mejor de los Soler.

Sin subtítulos.

La primera noche

agosto 3, 2007

La primera noche (Colombia, 2003, 90 minutos). Dirigida por Luís Alberto Restrepo. ** ½ de cinco.

Reparto: John Alex Toro, Carolina Lizarazu, Hernán Méndez, Enrique Carriazo, Julián Román.

La película abre con un hombre vestido de soldado huyendo por el bosque de noche llevando consigo una mujer y dos niños pequeños (parecen una pareja el hombre y la mujer pero la relación resulta más complicada). El hombre se llama Tonio y la mujer Paulina. Llegan a la casita de un amigo del hombre a quien le piden ropa civil y dinero. La zona está en plena guerra entre el ejército y la guerrillera. A causa de haber matado a su sargento Tonio se encuentra obligado a escaparse a toda prisa. El motivo del asesinato se deja por aclararse luego.

Dentro de poco llegan los cuatro, Toño, Paulina y las dos criaturas, a Bogotá. No conocen a nadie y se les lleva el poco dinero que tienen.

Tres cuartos del largo de la película se sucede en una esquina en el centro de Bogotá en una sola noche (por eso el título) mientras luchan a sobrevivir la noche y Tonio hace memoria de los acontecimientos que los llevaron hasta tal extremo: la llegada de la chica Paulina al pueblo ante la vista de Tonio y su hermano Wilson; algunos enredos amorosos; la decisión de Wilson de ir al monte para juntarse a la guerrillera y la de Tonio de hacerse soldado (para conseguir el libreto necesario para trabajar o estudiar)—y el conflicto que resulta.

En la encrucijada de Bogotá, mientras Tonio se ha ausentado para buscar comida, les pasa a Paulina y los niños dormidos una y otra vez un trapero con su carrito lleno de trastes. Se intercede por Paulina ante unos guapos del barrio y le ofrece a Paulina ayuda en la forma de pequeños alivios (una caja de cartón para proteger a los niños del viento). El trapero parece atento y desinteresado pero a fin de cuentas tiene sus motivos, igual a todos.

Los personajes son poco profundos y la materia acerca de la guerra menos aún. Por lo tanto no logra a ser ni una buena historia personal ante la tela de la guerra ni un discurso sobre la política de la guerra contado a través de los protagonistas. No nos da a conocer nada respecto a los motivos de los partidarios. La guerra sirve no más de pretexto de una historia personal que no vale la pena.

Con subtítulos en inglés que se puede quitar.